La supuesta agrupación territorial en base a la cual se configura la 2ª división B facilita la tarea del aficionado trotamundos, acuciado sin duda por las limitaciones tanto temporales como monetarias. Tal es mi caso, al menos. El desplazamiento de la Cultural Leonesa a Palencia era una de las fechas marcadas en el calendario desde principio de temporada, por el aliciente de ser territorio desconocido y el aspecto atrayente del estadio de los anfitriones: La Nueva Balastera.
Así pues, bien provistos de prendas de abrigo y animados por lo soleado de la mañana, pusimos rumbo a la capital palentina, deshaciendo el Camino de Santiago hasta llegar a Carrión de los Condes, punto en el que, mecidos por un viento furioso, abandonamos la autovía con sólo un puñado de kilómetros hasta nuestro destino, que viene anunciado por uno de esos que llaman parques eólicos y la elevada presencia del Cristo del Otero. Quizás la efigie, que inevitablemente trae a la memoria la tan célebre situada en el cerro de Corcovado, tuviera una influencia positiva en Addison, el goleiro culturalista, cuestión para la que tendríamos respuesta en pocas horas.
Nada más entrar en el perímetro urbano, vimos inesperadamente la indicación del estadio de fútbol pero, no, falsa alarma, fuimos a parar al viejo campo, así que dimos la vuelta y seguimos adelante en busca de aparcamiento. Ya a pie, y a pesar de lo bajo de la temperatura, nos encontramos con numerosos paseantes a orillas del río, el cual puede ser cruzado por una gran variedad de puentes, según los gustos o humor del peatón. De haber venido en una estación más benigna, a buen seguro hubiéramos explorado alguno de los parques que a orillas del Carrión existen, pero preferimos adentrarnos en la ciudad.
En el casco antiguo nos topamos con la catedral y algún otro edificio religioso bastante fotogénico. Una atmósfera muy relajada y tranquila, en general, con la gente haciendo uso de las zonas peatonales y la sensación (en peligro de extinción) de que la tarde es eterna y no hay obligaciones. Mis sentidos me invitaban a prolongar el vagabundeo, pero apenas hubo tiempo para más, la verdad, entre otras cosas porque mi acompañante tenía hambre y ese es un impulso natural al que no se debe hacer oídos sordos. Así que comimos, bien, reposamos, con satisfacción, y partimos en busca del coliseo, misión que resultó sencilla a partes iguales por las reducidas dimensiones del lugar y las acertadas indicaciones que un hombre cuya conversación de amigos interrumpimos tuvo a bien darnos.
La Nueva Balastera es un estadio coqueto por fuera y cómodo por dentro. Llama la atención su modernidad, el cuidado de los detalles. Una gran obra de la que la ciudad puede presumir. La impresión que se lleva el visitante es la de un club que pone empeño en hacer las cosas bien y una afición volcada con el equipo. Elementos casi cosméticos como los videomarcadores o la megafonía dando un repaso a los resultados de la jornada en el tiempo de descanso provocan un efecto en el espectador para nada desdeñable. Las comparaciones son odiosas, pero si la imaginación o el sentido común fallan, nada como mirar al vecino para encontrar ideas. Y no miro a nadie.
El ambiente durante el partido, además, extraordinario. Unos tres cuartos de entrada (el tirón de la Cultural también cuenta, faltaría más), entre 3.000 y 3.500 espectadores, la mayoría de los cuales animaron a su equipo con fruición, protestaron al trío arbitral a la mínima oportunidad y chillaron a los jugadores visitantes sin ninguna vergüenza. Banderas, bombos, papelillos, cánticos, palmas... en una palabra, fútbol en vivo. Me sorprendió leer en la prensa que el tío Milo equiparaba la presión que sienten los jugadores culturalistas en su estadio con la de los peloteros palentinos y que, según él, les impide rendir a su verdadero nivel. La verdad es que no puedo estar de acuerdo, puesto que, si bien es cierto que la afición leonesa es bastante exigente y algo amargada también, los palentinos apenas pitaron a los suyos en alguna jugada de cesión al portero, comprensible en su deseo por obtener una victoria.
Del partido en sí no haré crónica esta vez. Si a alguien le interesa, puede leer la versión leonesa y la versión palentina, aunque verá que ambas coinciden en casi todas sus apreciaciones. En mi opinión, el equipo estuvo muy serio, impecable en defensa, ordenado en todo momento. Sólo le faltó mostrarse más capaz en ataque para proyectar el aura de equipo grande. En los minutos finales, con superioridad numérica, la Cultural asumió más riesgos, pisó el acelerador, conseguir el gol hubiera sido jubiloso. Eso sí, viendo el semblante pétreo de las hordas moradas a nuestro alrededor, regresar a casa sanos y salvos ya puede considerarse como un triunfo en toda regla.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Visita a Palencia: carretera y manta
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario