lunes, 20 de septiembre de 2010

Resignados con un punto en el viaje a Mieres

Un buen número de leoneses se desplazó a Mieres para presenciar el encuentro que habrían de disputar sus dos equipos: el Caudal y la Cultural. Lo radiante del día y el hecho de tratarse del desplazamiento más corto de la temporada invitaban a la excursión. Ahora o nunca, porque pronto el frío invadirá los campos del grupo II, encerrando a los aficionados en sus domicilios al abrigo del receptor de radio. Los resultados, por otra parte, y aunque no debiera servir como excusa, tampoco están resultando un incentivo para los incondicionales.

Pero antes de comentar los sofocantes sucesos acaecidos sobre la alfombra sintética de los Hermanos Antuña, nos desviamos por la carretera de Turón hasta Figaredo, donde vamos a refrescarnos con unos culines de sidra y degustar algunos de las viandas emblemáticas que nos ofrece nuestro vecino Principado. El ambiente es excelente y a la mesa se sienta, cosa poco habitual, un nutrido grupo. El paisaje, en este punto del valle, resulta idílico y ese eco espiritual que emana de las montañas invita a la reflexión. Una lástima que el explosivo motor de los coches que pasan apresurados rompa el hechizo del entorno. Ya en las calles aledañas al estadio, sin embargo, se disipa el espejismo y nos damos cuenta de que no hemos venido a pastorear ni los jugadores del Caudal, a pesar del blanco de su uniforme, se van a comportar como mansos corderillos.

Dicho queda que la presencia de culturalistas en Mieres fue notable, al menos en términos relativos. Lo reducido del aforo nos puede haber dado una impresión distorsionada. Es el Hermanos Antuña un estadio modesto pero apropiadamente remozado. Cuenta con dos tribunas cubiertas, tapia en los fondos y una pequeña pista de atletismo alrededor del rectángulo de juego. Allí, bajo un sol justiciero, los alrededor de 150 leoneses o, mejor dicho, el grupo más bullicioso de ellos, se hizo sentir desde minutos antes del pitido inicial con sus cánticos y gritos de apoyo.


Lo ocurrido durante los 90 minutos siguientes ya ha quedado recogido en muchas otras crónicas. A pesar de las variaciones introducidas en el once inicial por parte de Alberto Monteagudo, las constantes vitales de la Cultural apenas variaron con respecto a lo visto en los partidos precedentes: control del balón, inciativa del juego y poco remate. Algunos de sus futbolistas siguen adornándose en exceso y parecen empeñados en llegar al gol a través de la jugada perfecta. Lo más triste, tras haber sometido por completo al Caudal durante la primera mitad, fue acabar pidiendo la hora, cuando, en los últimos minutos, el conjunto visitante amenazó seriamente la portería de Diego Calzado. Como resumen, podría decirse que segundas partes, desde la perspectiva culturalista, tampoco fueron buenas en Mieres.

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