jueves, 4 de octubre de 2007

Bienvenidos al club

La mañana del miércoles he dado un paso trascendental en mi existencia, de esos que marcan un antes y un después. Tomé una decisión que suponía romper uno de mi más respetados y arraigados principios (no sólo de finales vive el hombre). Con cierto orgullo, primero de una manera involuntaria, más adelante con pleno conocimiento de causa, siempre he rehusado a inscribir mi nombre en organizaciones, sociedades, círculos o clubes de cualquier rama o condición. Explicar los motivos que justifican dicha conducta me obligaría a extenderme más de lo aconsejado y posponer inútilmente el anuncio que debo hacer: me he convertido en socio de la Cultural Leonesa.




Pensándolo bien, no puede hablarse de una transgresión en toda regla si temos en cuenta que ya pertenezo a una asociación de vecinos, a una compañía de móvil, estoy inscrito a un proveedor de gas e incluso tengo carnet de la biblioteca pública (de varias, en realidad, pero lo mantego en secreto). Así pues, dar el paso y abonarme a la Cultu no era más que cuestión de tiempo, uno de esos acontecimientos que están condenados a suceder por muy inesperados que nos parezcan una vez llegado el momento.

Sólo fue necesario pasar un domingo por taquilla para que todo cobrara sentido. Si una entrada vale 20 euros y el precio del carnet para toda la temporada es de 90... Debería haberlo pensado antes, no es de extrañar que siempre aprobara las matemáticas en la recuperación, pero lo importante a veces no es acertar, sino saber rectificar. Al fin y al cabo, ser socio de la Cultural es un fenómeno para el que el mismísimo Pitágoras tardaría en encontrar explicación si levantara cabeza, que no creo que tenga ganas.

Pero la taquilla es ya un fantasma del pasado. Ahora tengo un pequeño rectángulo de plástico que une mi nombre al de mi equipo, que me proclama oficialmente seguidor del Tío Milo y me concede un pequeño espacio en la preferencia este del Antonio Amilivia para mi uso y disfrute personal. Ser socio no es pagar a cambio de la asistencia a un espectáculo (la de veces que podría reclamarse la devolución del dinero). Convertirse en socio supone crear un vínculo, poner una parte de mis ilusiones en las manos (y pies) de este club durante los próximos meses. Ya no será posible ignorar que juegan cada fin de semana, no será posible evitar la angustia cada vez que unos puntos vitales pendan de un hilo, mirar la clasificación con avidez cada domingo aunque las primeras posiciones parezcan inalcanzables...

Pero no puedo adjudicarme méritos que no me corresponde. La realidad es simple: sé que va a ser tan divertido que no me lo podía perder por nada del mundo.

No hay comentarios: