Se admite confiadamente que la alta velocidad ferroviaria llegará a León en un futuro próximo, mientras los preparativos necesarios siguen el curso previsto. Al mismo tiempo, la Cultural Leonesa se acomoda en el vagón de tercera de un tren que, aunque vaya despacio, tiene su parada definitiva en una estación que todos quisieran pasar de largo: la del descenso de categoría. Hasta llegar a la presente jornada, la buena imagen del equipo ofrecida en la mayoría de los partidos, pocas veces superado por sus rivales, había excusado en gran parte los malos resultados obtenidos. La tabla clasificatoria sigue siendo tan poco halagüeña hoy como lo era hace cinco meses, pero la calamitosa actuación culturalista ofrecida a su público frente a la Unión Deportiva Logroñés no deja apenas espacio para el optimismo, a falta tan solo doce jornadas por delante.
En la primera vuelta, la Cultural volvía de vacío de La Rioja pese a haber jugado mejor y disfrutado de más ocasiones de gol que el equipo local. En el Reino de León, el Logroñés volvió a conseguir los tres puntos y lo hizo con menos argumentos, menos esfuerzo y peor imagen que la mostrada en su propio estadio, cambio de entrenador incluido. Y eso no es una crítica a los chavales dirigidos por Nacho Martín, sino a los preparados por Alberto Monteagudo, que ni siquiera fueron capaces de vender cara su derrota. Cinco minutos bastaron a los rojiblancos para poner una distancia insalvable entre ellos y los leoneses, los primeros cinco minutos del encuentro, el tiempo necesario para enviar el balón al área de Diego Calzado y rematar en tres ocasiones a portería descubierta. La jugada, milagrosamente, acabaría en córner, pero antes de que el pulso del respetable volviera a la normalidad, el balón centrado desde la esquina llegaba a Manu García, que conseguía el tanto definitivo gracias a un sencillo remate con el interior de la pierna izquierda. La cuenta de goles encajados a balón parado es sonrojante.
Lógicamente, el mazazo se sintió como un terremoto, aunque alguno pensaría ingenuamente que, siendo positivos, la Cultu tenía todo el encuentro por delante para corregir el madrugador desaguisado. La realidad es que sucedió todo lo contrario. Rondando la media hora y con el portero visitante ejercitándose por su cuenta para combatir el frío, Santi Santos cayó a banda para, tras un salto espectacular, clavar las rodillas en las cervicales de un contrario, ganándose la tarjeta amarilla, eso sí, no por la peligrosidad de la acción, sino por tocar el balón con la mano. El capitán leonés tardaría escasos segundos en ganarse la segunda y abandonar el campo por, en esta ocasión y según lo recogido en el acta arbitral, dirigirle al colegiado la siguiente frase: “¡Se te ve el plumero!” Puede ser que el árbitro interpretara que el comentario de Santi hacia él contenía una hiriente insinuación a su condición sexual, quién sabe. El caso es que, por debajo en el marcador y en inferioridad numérica, las posibilidades de remontada se antojaban escasas llegado el intervalo.
Compungido quizás por el cúmulo de dramáticas circunstancias que rodeaban a su adversario, el Logroñés regresó del vestuario con la idea de rematar el encuentro en una contra y esperó con indolencia a la Cultural en su propio campo, dando la sensación de equipo miedoso y avivando las esperanzas de la hinchada local. Pichichi Cervero y sus compañeros se lo tomaron con demasiada calma. Así fue como confiando su suerte en la ruleta rusa del fuera de juego, los leoneses mantuvieron la emoción del resultado hasta el último suspiro, en buena parte gracias al excelente derroche defensivo de Lobato y Cedric, pero la escasez de recursos ofensivos acabó siendo desesperante: un disparo de Mena, algunos lanzamientos de esquina y, sobre todo, un cabezazo falto de precisión de Yagüe fueron las contadas ocasiones en las que Rubio temió por la integridad de su portería.
Consumada la derrota, una derrota de esas que hacen saltar las alarmas, las palabras en rueda de prensa fueron contenidas. Ni el señor Tamargo, el próximo propietario del club, según se ha venido anunciando, muestra inquietud, ni Alberto Monteagudo pierde la compostura. El aficionado, por su parte, ha pasado de la angustia por la desaparición al drama del descenso. Se antoja indigno criticar a un colectivo de profesionales que lleva cinco meses sin cobrar su salario, pero resulta evidente que si los futbolistas no asumen la gravedad de la situación deportiva y salen a disputar sin contemplaciones lo que resta de campaña, el tren culturalista descarrilará con todos dentro.
lunes, 28 de febrero de 2011
Se encienden las alarmas
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