La visita del colista al Reino de León convertía la jornada en una lucha por la superviviencia entre dos equipos necesitados de un héroe al que aferrarse en su delicada situación clasificatoria. La Cultural sigue echando de menos a ese jugador especial que, como hiciera Jito la temporada pasada, infunda ilusión a la hinchada y temor a los rivales. Con las bajas de Mena y Yagüe, Monteagudo encomendó su futuro en dos hombres poco habituales: Rivera y Pardo, que se entregaron a la causa con suerte desigual, aunque el gran protagonista de la jornada iba a comenzar el partido desde el banquillo.
Desde la grada, soportando el mal juego colectivo y los virulentos comentarios de los parroquianos, las tácticas de superviviencia estaban bien planificadas y se ejecutaban con mayor precisión que la mostrada por Cultural y Peña Sport. Los termos, cargados de té y café, templaban los ánimos, mientras que las galletas endulzaban la inquietante impresión de ver trabajar más al guardameta leonés que al navarrico. Fue tal el desacierto durante la primera parte, que el derroche físico de los protagonistas parecía más encaminado a combatir el frío que a la consecución de los tres puntos.
Afortunadamente, el panorama cambió tras el descanso. Mientras nosotros nos afanábamos con la rosca de la botella de vodka polaco, Monteagudo hacía lo propio con sus pupilos, de tal manera que, tras unos buenos lingotazos y unas cuantas consignas, la pasión del fútbol llegó al césped y la Cultural al área contraria. Con un Rivera inspirado en banda derecha, el juego de los leoneses dio síntomas de mejoría y llegaron las primeras oportunidades, aunque los minutos seguían pasando con el marcador congelado equitativamente.
En el minuto setenta saltó al campo Viola en sustitución de Rubén Pardo, que abandonó el campo sufriendo el enfado, algo injusto, de la grada. Pero como el fútbol escribe leyendas allá donde rueda una pelota, diez minutos después, el ariete leonés encontraría su lugar en la historia con un soberbio cabezazo al fondo de las mallas; un gol que vale tres puntos y que aúpa a su equipo a una zona menos comprometida de la clasificación. Por fin llegaba el primer gol del canterano con el primer equipo, más de dos años después de debutar en Liga de la mano de Álvaro Cervera y tras haber sufrido el descenso de categoría del filial la temporada pasada. Ese filial del que pocos se acordaron mientras existía y que, precisamente hoy, sea más importante que nunca recordar si todavía deseamos mantener viva la llama del culturalismo.
lunes, 29 de noviembre de 2010
Viola asoma la cabeza
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