Es alrededor de las 4 y cuarto de la tarde cuando estaciono el coche frente al estadio. Las gotas caen sobre el parabrisas deformando la gris realidad que casi como una foto fija permanece frente a mí. De no haber sido por mi colega Judi, que tuvo a bien cambiarme el turno, en estos momentos estaría trabajando y lamentando mi mala suerte. Por el contrario, me encuentro rebuscando entre las emisoras de radio, ansioso por escuchar algunos comentarios previos al partido inminente que va a enfrentar a la cultu con el CD Logroñés.
De una carrera cruzo la carretera y me encamino sin demora al la puerta de acceso al campo. A pesar de ir bien abrigado, siendo el gélido abrazo de la brisa mientras deambulo por las gradas y los equipos completan el calentamiento. La cuenta atrás va llegando a su fin. No hay muchos parroquianos, pero el numeroso efectivo policial hace intuir la presencia de aficionados forasteros. Quizá ellos también recuerden que el club que hoy se debate en las últimas posiciones del grupo II de la 2ª B estuvo un día dando guerra en la máxima categoría y que en sus filas contaron con jugadores carismáticos como Lopetegi, Salenko, Polster o el insustituible "Tato" Abadía.
Una vez que el himno de la Cultural Leonesa da paso al pitido inicial, es precisamente el reducido grupo de hinchas riojanos el que se encarga de poner el hilo musical al partido. Sus cánticos no desafinan a pesar del tempranero gol del equipo local, que enciende tímidamente los ánimos de una afición estupefacta, poco predispuesta a admitir la posibilidad de que la cultu pueda acabar la jornada tocando las posiciones de ascenso con la punta de los dedos.
De hecho, los jugadores parecen contagiarse del extraño ambiente. Ha dejado de llover desde el cielo y es ahora el conjunto rojiblanco el que amenaza. Se han hecho dominadores del juego y se acercan al área de Bermúdez con excesiva facilidad. Cristóbal lo intenta por la izquierda pero no tiene la verticalidad de otras veces ni logra superar a su par; es uno de mis jugadores favoritos, pero temo que no pueda aprovechar la oportunidad que ha tenido de regresar a la titularidad.
A pocos minutos para el descanso, los aficionados locales ya han manifestado su preocupación: el balón pertenece al Logroñés y está cada vez más cerca de la portería culturalista. En un abrir y cerrar de ojos, con sólo colgar un par de balones al área, el equipo riojano ha dado la vuelta al marcador y al Antonio Amilivia sólo le queda el mísero recurso de desahogarse con el árbitro y cambiar de tema hasta que los jugadores regresen al rectángulo de juego. Por mi parte, camino de un lado a otro para evitar los temblores y maldigo el frío leonés que convierte a los aficionados en héroes de la utopía y descarga las pilas de la cámara a una velocidad asombrosa. No me dio tiempo a sacar ninguna instantánea decente para acompañar el texto de hoy.
Los equipos saltan al campo y resulta esperanzadora la presencia de Chema ya desde el primer minuto de la reanudación. El bravísimo jugador navarro, reservado de inicio por estar apenas recuperado de una lesión, es el alma máter de este equipo: tiene experiencia, pero se entrega como un canterano; desborda en ataque y contiene en defensa; sabe aplacar a las colegiados y ser deportivo con el rival. Su participación en la segunda parte fue un auténtico revulsivo, aunque los titulares acabaran siendo monopolizados por otro de sus compañeros, un hijo de La Masía, un ejecutor del jogo bonito: Oriol Riera.
A los pocos minutos, Nasser trazó un pase genial a la espalda de la defensa riojana que dejó al delantero catalán mano a mano con Stef, al que batió con un disparo raso y ajustado. Y, a renglón seguido, Cristóbal condujo el balón hasta el borde del área, dobló a Chema, que le había seguido pegado a la banda, y el centro de éste fue cabezeado por Riera al fondo de las mallas. Hat-trick del 9 culturalista y el delirio en el graderío. El antiguo gallito de primera, cuya única figura actualmente es su entrenador, Quique Setién, pagaba su falta de oficio y la convicción de un equipo dispuesto a no dejar escapar su último tren en dirección a la promoción.
Se oyeron con fuerza los gritos de "Cultural, Cultural". Con muchos minutos por delante, ambos equipos crearon suficientes ocasiones para mover el marcador: los ataques podían permanentemente con las defensas. El temblor de piernas, que ya no podía dominar, era causado tanto por el frío como por la incertidumbre del resultado. Al igual que había ocurrido 7 días antes, estábamos disfrutando del espectáculo y de un triunfo que deja a la Cultural Leonesa a únicamente 2 puntos del cuarto puesto que supone la antesala de la gloria.
Tenía ganas de quedarme y aplaudir a nuestros jugadores. Se lo merecían, después de haberse esforzado al máximo para sacar el partido adelante. Sin embargo, pensaba en el cálido refugio del hogar, igual que muchos otros, que también abandonaban el estadio casi al trote. Volvía a llover, pero esta vez la lluvia no era molesta, sino una bonita forma de celebrar una victoria para la esperanza.
lunes, 14 de enero de 2008
El dios de la lluvia bendice a la Cultural
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