domingo, 31 de octubre de 2010

Tarde de terror en el Reino de León


La noche de Halloween tuvo un arranque de lo más terrorífico en la capital leonesa para la hinchada local. Bajo un cielo ceniciento y una lluvia fría y obstinada, los muchachos dirigidos por Alberto Monteagudo vieron hacerse añicos los buenos augurios de las últimas semanas. El Estadio Reino de León fue el escenario de una pesadilla macabra en la que la Cultural no sólo caía derrotada con estrépito; al mismo tiempo, varios de sus jugadores y técnicos se veían obligados a abandonar el campo mucho antes de cumplidos los 90 minutos de rigor, dejando a sus compañeros en inferioridad de elementos con los que enfrentarse a un rival agigantado y a una grada vuelta del revés.

Nada de esto era fácil de imaginar a las cinco de la tarde, hora de comienzo del encuentro. Los visitantes, es verdad, se desplegaron sobre el verde con vocación descaradamente ofensiva, mientras que los anfitriones se aferraban a la seguridad de su nueva dupla de acorazados: Mato y Orlando. Sin Quique, sancionado, ni Curro, de inicio en el banquillo, aquella apuesta romántica de las primeras jornadas por el toque y el buen trato del balón parece haber quedado abandonada definitivamente. Es más, podría decirse que esta nueva Cultural recuerda cada vez más a la de Yosu Uribe, pero sin matador, porque Jito se fue a Vitoria, como ya sabemos.

Así que tras unos minutos de tanteo sin sobresaltos, hizo su aparición inesperada Iñigo Azkue Otegi, el trencilla, el Freddy Krueger de amarillo, para sacarse de la manga una falta al borde del área y la primera de una larga lista de tarjetas con las que ir desquiciando a los culturalistas, jugadores y aficionados. Se cumplía el cuarto de hora de partido. Víctor Sánchez superó con maestría la barrera para conseguir el primer gol de la tarde y dejar a Calzado petrificado bajo el larguero.

Ya con angustia en las gradas, el canterano Víctor y el mismísimo Vergara tuvieron ocasión de nivelar el tanteador, pero se toparon con Castilla, que ese es el nombre del portero palentino y también el de la mitad hostil de la Comunidad Autónoma, que dirían algunos. A falta de puntería, el señor Azkue decidió aumentar la tensión de la disputa justo antes del descanso, señalando como penalty una zancadilla de Marín dentro del área y acompañando éste de una tarjeta roja para el lateral culturalista, que abandonaba el terreno de juego, eso sí, con el dudoso honor de ser el indiscutible líder del equipo a la hora de cometer infracciones en área propia. Ya van tres en su haber. Alejandro convirtió el segundo para su equipo y para delirio de los doscientos aficionados palentinos, cuyo ruidoso disfrute ante la agonía rival les haría merecedores del calificativo de sádicos, si no fuera porque de un simple partido de fútbol se trataba.

Tras el descanso, en un intento desesperado de salvar el pellejo, Mena contralaba con el pecho entre varios defensores y colocaba con precisión el balón para batir la portería rival, reduciendo la distancia en el marcador. Sólo había transcurrido un minuto del segundo tiempo y aparecía un destello de esperanza. En inferioridad numérica, la Cultural luchaba contra su destino de moribundo a base de bombear balones y percutir cuerpos contra la muralla morada, pero no contaba con el despiadado Azkue Otegi, quien, en lo que parecío un sangriento homenaje a Hannibal Lecter, fue tiñendo de rojo las blancas camisetas culturalistas: Yagüe, Martínez Sela (utillero), Diego Calzado, Aurelio Ruiz (preparador físico) y Santi Santos (ya con el partido concluido) fueron expulsados a manos del colegiado vasco. En el minuto 71, Alejandro había anotado el tercero del Palencia, dejando ya el partido reducido a un simulacro futbolístico y a una tortura inmerecida para la Cultural.

Ya en el exterior, desmoralizado, lo reconozco, huyendo del atasco y la masacre, evitando los charcos formados por una lluvia infinita, oía los gritos de rabia de un estadio hecho carne: "¡fuera, fuera!", más que protestando por la actuación arbitral, intentando despertar de la más terrible de las pesadillas.

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