La Cultural Leonesa manejó el balón con competencia. Inesperadamente, los jugadores de blanco mostraron capacidades desconocidas a la hora de controlar las operaciones en el centro del campo, combinando en corto con acierto y buscando la profundidad sin abusar del pelotazo. Esto sucedió, en gran medida, gracias a que el Real Oviedo siempre dispuso de ventaja en el tanteador y el conjunto asturiano se sintió cómodo permitiendo que sus rivales llevaran la iniciativa. La gran diferencia entre ambos equipos estuvo en las áreas, esa zona decisiva en la que los muchachos de Cembranos pagaron caro sus errores.
La noche del miércoles, la Cultural encajó dos goles en las dos primeras llegadas del Oviedo. Una incursión por banda izquierda, nada más iniciado el partido, acabó con el remate a la red de Iván Rubio en boca de gol. El segundo llegó también a la salida de los vestuarios, en un saque de esquina mal despejado por parte local y que Eneko culminaría cómodamente con pierna izquierda. Poco tuvieron que exponer los del Principado, apenas inquietados por el empate culturalista, conseguido de penalti en los últimos instantes de la primera mitad. Y es que, a pesar de que la Cultu dominara la posesión y no bajara los brazos en ningún momento, el Real Oviedo dio la impresión de llevarse los tres puntos sin apenas esfuerzo del Reino de León.
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Aún hubo esperanzas de equilibrar nuevamente el partido, hasta que el tercer y definitivo tanto ovetense acabó con la paciencia de la hinchada, que convirtió al entrenador culturalista en el centro de sus iras, sonoras especialmente en el momento del doble cambio ordenado por Cembranos, en el minuto 88, ya con todo el pescado vendido.
Hablando de la afición, resulta triste comprobar lo poco que queda de ella. El club, aunque sigue ahogado en lo económico, ha conseguido en los últimos tiempos nada más y nada menos que un ascenso de categoría y un lavado de cara nada desdeñable en lo institucional. Esa sensación de desidia y desgobierno que antaño transmitían los dirigentes ha desaparecido. Sin embargo, el número de socios no parece haberse incrementado con respecto a la campaña anterior, más bien al contrario, y la asistencia de público a los partidos debe estar en mínimos históricos. Está claro que el deporte profesional en España vive una época de devaluación brutal, ya desde las categorías de élite, pero, además, sospecho que la propia dinámica económica y demográfica de la ciudad de León no ayuda precisamente a que haya ambiente en las gradas.
Por otro lado, deberíamos preguntarnos si el partido más atractivo de la temporada para el club, aquel que han decidido declarar día de ayuda y en el que hasta los socios se han visto obligados a pasar por taquilla, tiene que jugarse un miércoles, en mitad de semana y a final de mes, restando sin duda presencia de aficionados visitantes en el campo y los establecimientos de la ciudad. ¿No hubiera estado más animado el encuentro de haberse celebrado un domingo a las cinco de la tarde? Estoy seguro de que sí. Teniendo en cuenta que las competiciones de referencia, como la Champions League o la propia Liga de Primera División hacen sorteos dirigidos para salvaguardar el interés de la competición y, principalmente, los beneficios económicos, ¿no sería lícito proteger de igual manera los intereses de los clubes modestos?
A pesar de lo que se dice en los medios leoneses, que suelen inflar las cifras, el miércoles no habría más de 1000 personas en la zona reservada para el público local y alrededor de 500 venidas de Oviedo en la grada este. Es mi cálculo, a ojo, claro. Lo que está más allá de todo cálculo es que, siendo este el partido más atractivo de la temporada, lo raquítico de la asistencia me hace preguntarme precisamente eso: ¿dónde está la afición?
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