lunes, 28 de marzo de 2011

El Mirandés vence y la Cultural aguarda un milagro

Nada más sonar el silbato del árbitro, una imagen insólita: los once jugadores culturalistas, rodilla en tierra, permanecen inmóviles durante varios segundos frente a su rival, en actitud de sumisa oración. La católica genuflexión fue, en esta ocasión, la forma de protesta elegida por parte de la plantilla leonesa ante los acontecimientos de la semana en el ámbito institucional del club. El pasado jueves, PROFUTLE daba luz verde a la venta de la Cultural y, cuando todo parecía listo para que José Luis Tamargo se hiciera con el control de la nave, el representante de jugadores daba un paso atrás y pedía a las instituciones garantías en el pago de las subvenciones como paso previo a la tan ansiada compra. Quizás Tamargo intenta ganar tiempo, para conocer la posición final del equipo en la competición antes de tomar una decisión definitiva, pero con ello ha perdido mucha de su credibilidad. Arrodillados sobre el césped, los futbolistas, seis meses sin cobrar, parecían encomendarse a un milagro divino, mientras en el palco, ver para creer, presidía el partido Domingo Cueto.

Y el milagro estvo próximo a materializarse, por obra y gracia de Diego Calzado, enorme bajo los palos. El Club Deportivo Mirandés, que ya iguala con el Eibar en lo más alto de la clasificación, encontró con mucha facilidad los caminos hacia el interior del área defendida por el cancerbero leonés, que tuvo que emplearse a fondo en varios remates en los que ya se cantaba el gol. Los medios culturalistas pasaban de presionar descontroladamente en unas situaciones a comportarse con indolencia y parsimonia en otras, dejando a los pasadores rojinegros tiempo para pensar en zonas de máxima vigilancia. Calzado se desgañitaba pidiendo atención a sus defensas, mientras la numerosa hinchada visitante contemplaba con tranquilidad el discurrir de los acontecimientos, sin inquietarse lo más mínimo por las oportunidades desperdiciadas.

Si antaño los equipos tomaban mil precauciones cuando salían a jugar al Reino de León frente a la Cultural, esa costumbre lleva ya varios meses abolida. El Mirandés buscaba los tres puntos con descaro, llegando a ocupar, en varias situaciones, todos sus efectivos la parecela rival. Pasada la media hora de juego, los pupilos de Monteagudo fueron capaces de, por fin, trenzar una jugada por raso, con rapidez y precisión, que colocó a Marín mano a mano con Adrián. La vaselina del andaluz, superado el portero, iba directa al fondo de las mallas, aunque un defesor llegaría a tiempo de evitar el gol con un despeje casi sobre la misma línea de meta.

Ese balón pudo haber cambiado el discurrir del encuentro, que llevaba un rotundo signo visitante hasta ese momento. La realidad, tristemente, estaba mostrando a una Cultural blanda en lo defensivo y extremadamente rústica en la creación. Sin combinaciones por el centro ni desborde por banda, el recurso más utilizado fueron los envíos largos a Viola, tan voluntarioso como falto de mordiente. Entre tanta mediocridad, hay que destacar a Chema Mato, el mejor de los futbolistas de campo en la tarde de ayer, bravísimo en la recuperación y entonado como nunca con el balón en los pies.

La segunda parte arrancó sin variaciones con respecto al guión original. El Mirandés mantuvo la misma fe y deseo por la victoria a través de un juego sencillo y efectivo: el equipo junto y el balón al compañero desmarcado. El milagro, sin embargo, volvió a sobrevolar la atmósfera cambiante del domingo leonés en un rápido contrataque conducido por Vergara y culminado por él mismo con un remate raso y desviado. La resistencia culturalista llegó hasta ahí. Poco después, el conjunto burgalés ponía tierra de por medio con un remate de Arroyo en el segundo palo, a la salida de un saque de esquina. Las protestas de los jugadores culturalistas al árbitro rozaban la histeria y es que parece ser que el tanto se consiguió con la mano, ¿de Dios?

Aún quedaban muchos minutos por delante, los suficientes para que la Cultural descendiera directamente a los infiernos, esos que marcan el descenso de categoría, pero sólo sería necesario un cuarto de hora para dejar el encuentro finiquitado. Lobato veía la tarjeta roja directa en una jugada algo dudosa y casi a rengón seguido llegaba la sentencia, certificada por Muneta. Las protestas de un sector de la afición contra varios de los futbolistas, registradas al final del partido, ponen de manifiesto una división ya intuída y poco propicia para afrontar las trascendetales siete jornadas restantes.
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