El viaje que debía tenerme campando a mis anchas por tierras bárbaras se vio aplazado abruptamente. Este inesperado cambio de planes, a pesar de suponer un contratiempo, me permitó asistir al primer partido de la Cultural en el Reino de León, el que le enfrentó al Club Deportivo Lugo en una pacífica y agradable tarde de sábado. Como bien dice el refrán: no hay mal que por bien no venga.
El estadio estrenaba nombre, pero no se puede decir que haya cambiado en demasía. Ahí estaba yo, haciéndome un sitio entre el chasquido de los comedores de pipas, evaluando el inconfundible aroma de las hamburguesas compradas en el chiringito de la otra orilla del río, soportando el sonido del bombo visitante y la letanía publicitaria de la megafonía. Unas veinte personas habría animando el cotarro en el fondo sur, detrás de la pancarta del Orgullo Cazurro, pero las suficientes para hacerse notar.
Cuando el balón echó a rodar, ya mi atención estaba centrada en identificar las novedades con las que el equipo leonés pretende mejorar su discreta actuación de la pasada campaña. Y, si bien el juego fue soso y errático en líneas generales, el acierto de cara a la portería contraria fue máximo. Los chicos de Álvaro Cervera anotaron dos tantos y congelaron los ánimos de los aficionados visitantes, que permanecieron en respetuoso silencio durante los minutos de descanso.
Los primeros compases de la segunda parte auguraban un partido plácido sobre el césped y aburrido en los graderíos. Sin embargo, dos zarpazos seguidos del conjunto rojiblanco devolvieron la igualada al marcador ante la atónita mirada de los adormilados seguidores culturalistas. Entonces comenzó el espectáculo a parecerse a un partido de fútbol. Los jugadores reaccionaron gracias a un balón que nadie quiso tirar fuera cuando uno de ellos permanecía tirado en el campo y, poco después, el público despertó para reclamar un penalti cometido sobre Óscar Rico que el árbitro resolvió con cartulina amarilla para el extremo culturalista. En ese preciso instante, con los jugadores encrespados y el público enfurecido, se presentó la ocasión para el capitán y éste no la desaprovechó. Iván Mateo ejecutó un libre directo de forma magistral para certificar la tercera victoria del curso para su equipo y desmotrar una vez más que no hay mal que por bien no venga.
lunes, 22 de septiembre de 2008
No hay mal que por bien no venga
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Desde la distancia
En tiempos no muy lejanos, antes de la revolución televisiva y el advenimiento del "pay per view", el aficionado al fútbol ya era un seguidor multimedia. Cuando las imágenes se limitaban al solitario partido del sábado en la 2 y a los resúmenes de Estudio Estadio, la radio era el mejor aliado del hincha y la prensa escrita el complemento informativo perfecto para digerir la semana entre jornada y jornada. Actualmente, para un culturalista trotamundos, internet es el medio imprescindible para estar razonablemente al corriente de la marcha de su equipo.
Como no podía ser de otra manera, la nueva temporada viene cargada de novedades y eso siempre contribuye a crear una mayor expectación. La Cultural Leonesa presenta muchas caras desconocidas en este arranque veraniego: nuevo entrenador, nuevos jugadores y, por si fuera poco, nueva denominación para un estadio deseoso de albergar un buen espectáculo. La meritoria victoria cosechada en el debut liguero frente al Barakaldo ha encendido la mecha de la ilusión en el aficionado.
No obstante, por ahora, esta Cultural es como un regalo por desenvolver, una sorpresa, una forma sugerente sin fondo definido. Aún no sabemos lo que nos espera al otro lado del papel decorativo, pero estamos impacientes por descubrirlo. Hasta el momento, con únicamente tres partidos de competición disputados, el equipo, a juzgar por las crónicas, emite buenas sensaciones. Tanto es así que ni siquiera la derrota frente al Real Unión ha despertado el afán crítico de los enviados especiales.
Hasta Octubre no podré informar de primera mano. Desde la distancia, seguiré a través de internet los primeros pasos de este recién nacido que, con un poco de suerte, ha de traernos en vilo desde el final de un verano al comienzo del otro.