Y por fin se conjuraron los elementos para dar lugar a una tarde de fiesta para el culturalismo. Una larga cola hasta la taquilla, masiva presencia visitante en el estadio, sol radiante, los restos del rastro bailando incontrolados por la fuerza del viento y, lo más importante de todo: goles. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que se vivió un ambiente de fútbol de alto voltaje en el Reino de León, seguramente desde la última visita de la Ponferradina y ayer, como entonces, la disputa volvió a ser doble: de este a oeste, las aficiones enfrentadas a grito pelao; de norte a sur, Cultural Leonesa y Real Oviedo pugnando por la supremacía en el difícil arte del balompié.
El conjunto asturiano llegaba a León avalado por una racha de cinco victorias en los últimos seis encuentros, por lo que saltó al terreno de juego pletórico de moral, recibido por los vítores de cuatro millares de entusiastas ovetenses confiados en la victoria. Y todo ello a pesar de las bajas, que eran numerosas. Los titulares del terreno de juego, por su parte, venían de obtener una balsámica victoria el domingo pasado en Mareo y presentaban un once atrevido, con la novedad de Esaú en la punta del ataque. Tras el pitido inicial, los minutos de tanteo entre ambos bandos discurrían en las inmediaciones del área defendida por Diego Calzado, lo cual ya era indicativo de las intenciones de ambos equipos. Fruto de ese dominio territorial, los hombres dirigidos por Pacheta desde el banquillo lograrían adelantarse con una buena combinación culminada por Rubiato en boca de gol. Por entonces, aún quedaba gente esperando para adquirir su entrada.
El equipo de la capital del Principado no varió su plan de conquista del Reino de León y mantuvo la defensa adelantada, con la intención de arrinconar a la Cultural, pero la táctica resultaría un fiasco, porque los muchachos de Monteagudo, en la tarde de ayer, se convirtieron en armas de destrucción masiva. El empate llegó tras una contra precisa, un balón en diagonal hacia el desmarque de Mena, que tuvo tiempo de controlar, mirar, acercarse y, en el último momento, ejecutar a Javi. El portero visitante no pudo mostrar sus credenciales, aunque poco se le puede reprochar en los goles encajados. Con los corazones de los aficionados leoneses tratando de recuperar pulsaciones, Mena se escapaba de su par junto a la línea de fondo y, dentro del área, casi sin ángulo, conectaba un chut potente e incontestable. ¡Grandioso el manchego! A partir de ese momento, la pugna continuó sobre el césped, porque, en la grada, los hinchas azules se derritieron como chocolatinas al sol.
En la segunda parte, los entrenadores movieron sus respectivos banquillos, aunque la tónica del choque apenas sufrió variaciones. El Oviedo conseguía mantener la pelota en campo ajeno, aunque era la Cultural quien más se aproximaba al gol. Los medios blancos supieron desprenderse del balón con más celeridad que de costumbre y por las bandas corrían ríos de pólvora. Diego Calzado tuvo sus momentos de lucimiento, pero fueron Rubén Rivera y Vergara, autores del tercer y cuarto gol, quienes llevaron el éxtasis al ala oeste de la casa blanca.
Hay que ver cómo en quince días ha cambiado el panorama: si el futuro institucional de la Cultu se torna más sombrío que nunca, la plantilla ha dado un paso de gigante hacia la salvación deportiva. Por otro lado, que la afición visitante te supere en número, aun siendo día de pago para los abonados, todo hay que decirlo, no deja de ser un detalle digno de reflexión.
lunes, 11 de abril de 2011
Fiesta culturalista a costa del Real Oviedo
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