Los medios de comunicación leoneses, acuciados por la necesidad de vender la actualidad, habían calificado de final el partido frente al Club Deportivo La Muela. Tratándose de un rival directo en la delicada misión de eludir el descenso, no les faltaba su parte de razón. Es innegable que quien guste del periodismo amarillista tiene mucha materia prima para fabricar titulares con la situación presente de la Cultural Leonesa. El equipo vive en puestos de descenso desde comienzo de temporada, por mucho que los jugadores parezcan mejores y jueguen a un nivel superior al que indica la clasificación. Esta plantilla, por si fuera poco, lleva ya dos meses sin cobrar y ha manifestado públicamente su malestar por un hecho, como es el de las deudas, demasiado habitual ya en nuestro fútbol modesto. Claro que los dueños del club, los que se encargan de la gestión de los dineros, están inhabilitados para el ejercicio de sus funciones tras sentencia judicial. Y, por si fuera poco, los aficionados más aficionados de entre todo el culturalismo: la peñas, han tenido la idea insólita y desconcertante de no entrar al estadio antes de haberse disputado media hora de cada partido.
En esta caldo de cultivo es inevitable que surjan voces críticas y, de entre estas, hay una que, lamentablemente, se está dejando oír últimamente más de lo recomendable y que aboga por la desaparición de la Cultural. En la mayor parte de los casos, esta opinión se basa en el rechazo a un consejo de administración cuyos repetidos desaciertos han abocado al histórico club leonés a la miseria en lo económico y al desconcierto en lo deportivo. En otros, como es el caso del señor Fernández, alcalde de León, suponemos que procede más del despecho por unos dirigentes que tantas veces llamaron a las puestas del Ayuntamiento para pedir y blindaron las suyas a la hora de tomar decisiones. Esta medida, sin embargo, a nosotros no nos parece una solución, sino un suicidio, porque este enfermo puede que precise amputar un miembro, pero no le hace falta un tiro en la cabeza. Y supongo que nadie nos garantiza que dar de baja el escudo o cambiar el color de la camiseta vaya a mejorar la racha de resultados. Por si alguien lo duda, que pregunte en Oviedo, Burgos o Logroño.
Eso sí, mediada la segunda mitad y con desventaja de dos goles en el tanteador, el graderío estaba de uñas como gato enjaulado, Monteagudo escondido en el banquillo y los jugadores reclamando un exorcismo. Sólo un niño, a nuestra espalda, mantenía la cordura y preguntaba a su padre por qué los árbitros eran siempre tan malos... La tarde se había torcido con un penalti que, a los cinco minutos, había servido al conjunto visitante para ponerse por delante y el posterior vendaval culturalista, magistralmente dirigido por Curro, no lograba derribar la portería del conjunto maño. Con el partido y, posiblemente, el puesto perdidos, el míster leonés dio entrada a Viola y Rubén Pardo, en un intento desesperado de que alguien, aunque fuera sin querer, empujara la pelota dentro de la portería rival. La gloria, en esta ocasión, estaba reservada para el ariete gallego, asistido de manera excelente por Rubén Rivera: primero lanzándose en plancha sobre la línea de meta y, ya en tiempo añadido, cabezeando a la red la ilusión de toda una afición.
Dios aprieta, pero no ahoga; un punto deja las cosas como estaban, con 21 finales por delante. Eso sí, la noche del domingo, todos los culturalistas, hasta esos que, como buenos cristianos, sólo ven salvación en la muerte, durmieron más felices que los culés tras una rutinaria manita de goles. Para tratarse de un equipo en puestos de descenso, el espectáculo visto en el Reino de León no estuvo nada mal.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
La Muela y otros juicios
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