Hay ciertos usos y costumbres en el hombre que, a fuerza de repetirse, acaban perdurando en el tiempo hasta convertirse en tradiciones. Dichas tradiciones son motivo de orgullo y celebración, porque en ellas van impresas las señas de identidad ancestrales de una comunidad. En la Cultural Leonesa, con el inicio de una nueva pretemporada, se aprecia también una curiosa costumbre, que, eso sí, no tiene pinta de alcanzar excesiva longevidad, teniendo en cuenta el delicado estado de salud que presenta nuestro histórico club de fútbol.
Efectivamente, y tal y como sucedira el pasado verano, la plantilla culturalista ha sufrido un exhaustivo lavado de cara; una severa criba, por decirlo de otro modo. De los jugadores que defendieron la camiseta blanca hasta el no tan lejano mes de Mayo, sólo tres han sobrevivido al periodo vacacional: Diego Calzado, Santi Santos y Chema Mato. Junto a ellos, con contrato ya rubricado, se entrenan otros cinco futbolistas, cuyos nombres, a día de hoy, poco nos dicen: Crusat, Rubén Rivera, Quique, Marín y Rubén Pardo. El grupo lo completan un puñado de canteranos y varios hombres a prueba, formando, en su conjunto, un plantel heterogéneo y variopinto.
En la parcela técnica también hay novedades. El tempranamente defenestrado Yosu Uribe ha sido sustituido por un hombre de perfil radicalmente opuesto: Alberto Monteagudo, joven y casi novato, que viene avalado por una buena campaña en el Lucena, equipo del grupo IV, en el que el míster albaceteño consiguió una meritoria sexta plaza, sobre todo si tenemos en cuenta que los jugadores se pasaron la mayor parte del año sin cobrar. Al menos de inicio, Monteagudo se ha encontrado con una recepción favorable, no así Santiago Vega, que llegó para cubrir la vacante de Luis Mezquita en la secretaría técnica y cuyas primeras declaraciones, nada más aterrizar, ya levantaron polvareda entre una afición culturalista más desanimada que nunca. Sus antecedentes profesionales, el hecho de tener una agencia de representación de jugadores y venir de la mano de Dionisio Elías no han ayudado precisamente a aplacar los ánimos.
La supervivencia de la Cultural pende hoy, más que nunca, de un hilo. El plan de austeridad es ciertamente necesario, pero no es menos irónico que quizás sea demasiado tarde para empezar a hacer las cosas bien. La crisis económica actual amenaza con asestar el golpe definitivo al club tras una década generosa en el gasto y tacaña en la planificación. La gestión de los actuales propietarios ha creado una deuda escandalosa, aunque muchos les acusan de algo más grave aún, como es haber ido desterrando aficionados lejos de las gradas del Reino de León. A pesar de tantas dificultades, o precisamente por eso, ningún culturalista de corazón debería renunciar a la más sagrada de las tradiciones: acudir cada domingo al estadio y apoyar al club deportivo con más solera de la ciudad. Abandonar ahora, por muchas excusas que se puedan encontrar para ello, equivaldría a convertirse en cómplice si realmente los peores augurios se acaban cumpliendo.
lunes, 26 de julio de 2010
La tradicional pretemporada culturalista
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