A pesar del pasillo al campeón por parte de los jugadores locales, que lo hubo; a pesar de los cánticos jocosos por parte de ambas aficiones, que se oyeron; a pesar de la gran necesidad de puntos que tenía la Cultural, aún no salvada matemáticamente; a pesar, en definitiva, de los encontronazos entre jugadores, naturales en todo partido de fútbol, que, aunque pocos, alguno se vio, el derby del pasado domingo entre Cultural y Ponferradina no quedará para el recuerdo.
Las circunstancias, para empezar, no colaboraban, teniendo en cuenta lo poco que se jugaba la Ponferradina, ya asegurada la primera posición en la tabla clasificatoria. La escasa calidad del espectáculo deparado por ambos equipos, tampoco. La Deportiva mostró serenidad, toque y desmarque a la hora de jugar la pelota, pero careció de la constancia necesaria para doblegar el poblado entramado defensivo planteado por Yosu Uribe. Los culturalistas, por su parte, esgrimieron orden y voluntad en la cantidad justa para mantener el resultado en la primera parte y conservar su ventaja en la segunda. Con un expulsado y el marcador en contra, los bercianos apenas pudieron inquietar la portería de Calzado.
En realidad, era difícil pensar en otro desenlace para este partido. La mayor motivación culturalista debía decantar el encuentro de su lado. El cabezazo de Santi Santos fue suficiente para conseguirlo. A falta de otros estímulos, el espectáculo en los graderíos, felizmente repletos gracias a la colaboración de la hinchada visitante, contribuyó a disimular los bostezos. Para quienes nos situamos habitualmente en el lugar opuesto, la incursión en el lateral oeste supone una gran posibilidad para establecer contacto con algunos de los culturalistas con más solera y criterio. Los había capaces de contabilizar el número de concejales presentes en el palco, aleccionar al míster o publicitar las bebidas favoritas de los jugadores contrarios. Magín, por su parte, intentaba desesperadamente arrancar cánticos en los comedores de pipas, quienes le recordaban que habían ido a ver fútbol y no a dar palmas. Así es el deporte rey, último reducto de la utopía.
Acabado el encuentro y dispersados los espectadores, los jugadores culturalistas comenzaron a desfilar, cruzándose con los blanquiazules, varios de los cuales aguardaban en compañía el momento de subir al autobús y regresar a casa. Chus Bravo y Santi Santos conversaban amistosamente con los que habían sido sus rivales unos minutos antes. También estaba por allí Rubén Vega. En los rostros de todos ellos se percibía satisfacción. Quedó patente que, al final, todos habían terminado contentos.
lunes, 26 de abril de 2010
Todos contentos
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