En el deporte, como en la vida, las cosas pueden cambiar radicalmente de la noche a la mañana. Después de muchas competiciones obteniendo resultados discretos, muy por debajo de las expectativas creadas, la selección española de fútbol se proclamó campeona de Europa el pasado verano. Entusiasmados por la hazaña lograda sobre el césped y espoleados una despiadada presión mediática, los aficionados españoles ocuparon calles y plazas para celebrar un triunfo por el que pocos hubieran apostado un mes antes.
La gran máquina del merchandising, antes centrada en explotar la imagen de los grandes clubes, por fin pudo chupar la sangre de una víctima de lo más apetitoso, una víctima alimentada repentinamente por millones de extasiados españoles. León, por supuesto, no se sustrajo a la euforia que contagió a todo un país. Nunca antes se vieron tantas personas portando la roja por la calle como si de su uniforme de trabajo se tratara, ni tantas banderas colgadas en los balcones de los edificios y qué decir de la estruendosa ocupación de la Plaza de Santo Domingo. La moraleja de esta historia es evidente: el triunfo vende, el triunfo hace afición.
Mientras tanto, el devenir de nuestra Cultural sigue siendo muy distinto. La cultu es una religión minoritaria que carece de hijos pródigos, una secta sin gancho por la que muy pocos se dejan engatusar. La trayectoria mediocre de las últimas temporadas aleja a los aficionados, esos brokers de la ilusión, que deciden poner sus esperanzas en valores más seguros. Por otro lado, las polémicas suscitadas en torno a las finanzas del club no contribuyen precisamente a mejorar la imagen de la entidad de cara al ya próximo comienzo de la competición.
Sin embargo, en el deporte, como en la vida, las cosas pueden cambiar radicalmente de la noche a la mañana. Aunque los hinchas frunzan el ceño y el ciudadano de a pie manifieste indiferencia, León no ha perdido la esperanza. León desea, es más, necesita, un éxito de la Cultural con el que lucir camisetas y ondear banderas de colores diferentes a las que este verano hemos visto en bares y fuentes. El terreno es fértil, ahora sólo necesitamos que los encargados de sembrar hayan dado con la semilla adecuada.
miércoles, 13 de agosto de 2008
La ley del éxito
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